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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

“Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, como debo obrar, para el bien de los hombres, de la iglesia y el triunfo de Jesucristo”.

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

28 de diciembre de 2018

LOS SANTOS INOCENTES. ¿QUÉ FUE LA MATANZA DE LOS INOCENTES?, ¿ES HISTÓRICA?. Fiesta 28 de Diciembre.

Antependium con bajorrelieve que representa la Masacre de los inocentes, obra de Dionigi Bussola, ubicada en la Capilla de san José, en la Cartuja de Pavía.

LA MASACRE DE LOS SANTOS INOCENTES DANIELE DA VOLTERRA, PINTOR Y ESCULTOR, MANERISTA ITALIANO, 1509-1566, GALLERIA DEGLI UFFIZI, FLORENCIA


LA MATANZA DE LOS SANTOS INOCENTES NO FUE NINGUNA BROMA.

Cada año, el 28 de diciembre es sinónimo de bromas, burlas y monigotes. Pero muy lejos de las chistes queda el asesinato de aquellos niños que podrían considerarse los primeros mártires perseguidos y asesinados por la causa de Cristo. Hoy se recuerda de un modo especial a los inocentes asesinados antes de nacer por causa del aborto. Nada de esto suena a broma.
La crónica de lo que ocurrió aquel día, dos años después del nacimiento de Jesús, la escribió el poeta alemán Clemens Brentano, siguiendo el dictado de la beata Ana Catalina Emmerich, quien sufrió los estigmas de la Pasión en su propia carne y quien tuvo, a principios del s. XIX, diferentes visiones sobre la vida de Cristo. Según ella misma, se apareció un ángel a María y le hizo conocer la matanza de los niños inocentes por el rey Herodes. María y José se afligieron mucho y el Niño Jesús, que tenía entonces un año y medio, lloró todo el día. Como no volvieron los Reyes Magos a Jerusalén, y estando Herodes ocupado en algunos asuntos de familia, sus temores se habían calmado un tanto; pero cuando regresó la Sagrada Familia a Nazaret y oyó las cosas que habían acontecido en el templo, con las predicciones de Simeón y de Ana en la ceremonia de la Presentación, aumentaron sus temores y angustias.

La degollación

Herodes mandó entonces soldados que, con diversos pretextos, debían guardar los lugares alrededor de Jerusalén, a Gilgal, a Belén y hasta Hebrón, y ordenó hacer un censo de los niños. Los soldados ocuparon esos lugares durante nueve meses, mientras Herodes se hallaba en Roma. Después de su vuelta se produjo la degollación de los inocentes.
Juan el Bautista tenía entonces dos años, y había estado escondido en casa de sus padres antes de que Herodes diera la orden para que las madres se presentaran con sus hijos de dos años o menos ante las autoridades locales. Isabel, advertida por un ángel, volvió a huir al desierto con el niño Juan. Jesús tenía entonces año y medio. La matanza tuvo lugar en siete sitios diferentes. Se había engañado a las madres, prometiéndoles premios a su fecundidad; por eso ellas se presentaban a las autoridades vistiendo a sus criaturas con los mejores trajecitos. Los hombres eran previamente alejados de las madres y una vez separados de ellas, fueron degollados en patios cerrados y luego amontonados y enterrados en fosos.
Las madres acudieron con sus niños de dos años o menos a Jerusalén, desde Hebrón, Belén y otros lugares a donde Herodes había mandado a sus soldados y funcionarios. Ellas se dirigieron a las ciudades en grupos diversos: algunas llevaban dos niños montados en asnos. Cuando llegaban, eran conducidas a un gran edificio, siendo despedidos los hombres que las acompañaban. Las madres entraban alegres, creyendo que iban a recibir regalos y gratificaciones en premio a su fecundidad.

Encierro de las madres

El edificio estaba un tanto aislado y bastante cerca del que fue más tarde el palacio de Pilatos. Como se hallaba rodeado de muros, no se podía saber desde fuera lo que pasaba dentro. Parecía aquello un tribunal, con bloques de piedra y cadenas colgantes. Había árboles que se encorvaban y ataban juntos y luego despedazaban a los desgraciados a ellos atados.
Todo el edificio era sombrío, de construcción maciza. El patio era muy grande como el cementerio que hay al lado de la iglesia parroquial de Dülmen -ciudad natal de la citada beata-. Se abría una
puerta entre dos muros y se llegaba al patio, rodeado de construcciones por tres lados. Los edificios de derecha e izquierda eran de un solo piso y el del centro parecía una antigua sinagoga abandonada. Varias puertas daban al patio interno. Las madres fueron llevadas a través del patio a edificios laterales, y allí encerradas. Parecía aquello una especie de hospital o posada. Cuando se vieron encerradas, tuvieron miedo y empezaron a llorar y a lamentarse. Pasaron la noche allí dentro.
Al día siguiente fue la horrible matanza de los niños. El gran edificio posterior que cerraba el patio tenía dos pisos. El inferior era una sala grande, parecida a una prisión o a un cuerpo de guardia, y en el piso superior había ventanas que daban al patio. Allí había algunas personas reunidas en un tribunal; delante de ellas había rollos sobre una mesa. Herodes estaba presente, vestido con un manto rojo adornado de piel blanca, con pequeñas colas negras. Estaba rodeado de los demás y miraba por la ventana de la sala que daba al patio. Las madres eran llamadas una a una para ser llevadas desde los edificios laterales hasta la sala inferior. Al entrar, los soldados les quitaban los niños, llevándolos al patio, donde unos veinte hombres los mataban atravesándoles la garganta y el corazón con espadas y picas. Había niños aún vestidos con pañales, a los cuales amamantaban sus madres, y otros que usaban ya vestiditos. No se ocuparon de desvestirlos, sino que tal como venían los tomaban del bracito o del pie y los arrojaban al montón.

En la fosa común

El espectáculo era de lo más horrible que puede imaginarse. Las madres fueron amontonadas en la sala grande y cuando veían lo que hacían con sus niños, lanzaban gritos desgarradores, mesándose los cabellos y echándose en brazos unas de otras. Al fin se encontraron tan apretadas que apenas podían moverse.
La matanza duró hasta la noche. Los niños fueron echados más tarde en una fosa común, abierta en el mismo patio. Había unos setecientos niños.
A la noche siguiente vi a las madres sujetas con ligaduras y conducidas por los soldados a sus casas. El lugar de la matanza en Jerusalén fue el antiguo patio de las ejecuciones, a poca distancia del tribunal de Pilatos. Se cumplió así lo que dice el mismo Evangelio de san Mateo, que afirma que en ese día se realizó lo que había avisado el profeta Jeremías: “Un griterío se oye en
Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen” (Jer 31, 15). Y aquellos niños inocentes volaron al cielo a recibir el premio de las almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para ellos bendiciones.
Estas almas y las de los niños pequeños, según otra devoción privada, en este caso las revelaciones del Señor a santa Faustina Kowalska, son “las más parecidas a mi corazón”. Ellas proporcionaron a
Jesucristo, en su dolorosa Pasión, “fortaleza durante mi amarga agonía, ya que las veía como ángeles terrenales, velando junto a mis altares”, como nos enseña la devoción a la Divina Misericordia. Fueron los Santos Inocentes, pues, los primeros mártires del cristianismo, cuando Jesús era apenas un bebé.
El Triunfo de los Inocentes Imagen William Holman Hunt

LA MASACRE DE LOS SANTOS INOCENTES 

¿QUÉ FUE LA MATANZA DE LOS INOCENTES?, ¿ES HISTÓRICA?.

“Herodes se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt 2,16).

La matanza de los inocentes pertenece, como el episodio de la estrella de los Magos, al evangelio de la infancia de San Mateo. Los Magos habían preguntado por el rey de los judíos (Mt 2,1) y Herodes —que se sabía rey de los judíos— inventa una estratagema para averiguar quién puede ser aquel que él considera un posible usurpador, pidiendo a los Magos que le informen a su regreso. Cuando se entera de que se han vuelto por otro camino, “se irritó mucho y mandó matar a todos los niños que había en Belén y toda su comarca, de dos años para abajo, con arreglo al tiempo que cuidadosamente había averiguado de los Magos” (Mt 2,16).
MATANZA DE LOS INOCENTES
El pasaje evoca otros episodios del Antiguo Testamento: también el Faraón había mandado matar a todos los recién nacidos de los hebreos, según cuenta el libro del Éxodo, pero se salvó Moisés, precisamente el que liberó después al pueblo (Ex 1,8-2,10). San Mateo dice también en el pasaje que con el martirio de estos niños se cumple un oráculo de Jeremías (Jr 31,15): el pueblo de Israel fue al destierro, pero de ahí lo sacó el Señor que, en un nuevo éxodo, lo llevó a la tierra prometiéndole una nueva alianza (Jr 31,31). Por tanto, el sentido del pasaje parece claro: por mucho que se empeñen los fuertes de la tierra, no pueden oponerse a los planes de Dios para salvar a los hombres.
MATANZA DE LOS INOCENTES PEDRO P.RUBENS
En este contexto se debe examinar la historicidad del martirio de los niños inocentes, del que sólo tenemos esta noticia que nos da San Mateo. En la lógica de la investigación histórica moderna, se dice que «testis unus testis nullus», un solo testimonio no sirve. Sin embargo, es fácil pensar que la matanza de los niños en Belén, una aldea de pocos habitantes, no fue muy numerosa y por eso no pasó a los anales.
MATANZA DE LOS INOCENTES
Lo que sí es cierto es que la crueldad que manifiesta es coherente con las brutalidades que Flavio Josefo nos cuenta de Herodes: hizo ahogar a su cuñado Aristóbulo cuando éste alcanzó gran popularidad (Antigüedades Judías, 15 & 54-56), asesinó a su suegro Hircano II (15, & 174-178), a otro cuñado, Costobar (15 & 247-251), a su mujer Marianne (15, & 222-239); en los últimos años de su vida, hizo asesinar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo (16 &130-135), y cinco días antes de su propia muerte, a otro hijo, Antipatro (17 & 145); finalmente, ordenó que, ante su muerte, fueran ejecutados unos notables del reino para que las gentes de Judea, lo quisieran o no, lloraran la muerte de Herodes (17 &173-175).
Vicente Balaguer
Bibliografía: A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; S. Muñoz Iglesias, Los evangelios de la infancia. IV, BAC, Madrid 1990; J. Danielou, Los evangelios de la infancia, Herder, Barcelona 1969.
Día de los Santos Inocentes
Duccio di Buoninsegna 056.jpg
Se trata de una tradición que data de los primeros años de la e.c. fue en esa fecha cuando el Rey Herodes I el Grande dio la orden de acabar con todos los niños menores de 2 años nacidos en Belén, con el fin de asegurarse que el anunciado Mesías, futuro rey de Israel fuera asesinado.
Día de celebración28 de diciembre
Lugar de celebraciónDía Internacional

LA FIESTA DE LOS NIÑOS INOCENTES QUE MANDÓ MATAR EL CRUEL HERODES.

Nos cuenta el evangelio de San Mateo que unos Magos llegaron a Jerusalén preguntando dónde había nacido el futuro rey de Israel, pues habían visto aparecer su estrella en el oriente, y recordaban la profecía del Antiguo Testamento que decía: 
  • "Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" (Números 24, 17) 
y por eso se habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién nacido. Dice San Mateo que Herodes se asustó mucho con esta noticia y la ciudad de Jerusalén se conmovió ante el anuncio tan importante de que ahora sí había nacido el rey que iba a gobernar el mundo entero. Herodes era tan terriblemente celoso contra cualquiera que quisiera reemplazarlo en el puesto de gobernante del país que había asesinado a dos de sus esposas y asesinó también a varios de sus hijos, porque tenía temor de que pudieran tratar de reemplazarlo por otro.
Llevaba muchos años gobernando de la manera más cruel y feroz, y estaba resuelto a mandar matar a todo el que pretendiera ser rey de Israel. Por eso la noticia de que acababa de nacer un niñito que iba a ser rey poderosísimo, lo llenó de temor y dispuso tomar medidas para precaverse.
Herodes mandó llamar a los especialistas en Biblia (a los Sumos Sacerdotes y a los escribas) y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer el rey de Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: "Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: 
  • Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1).
Entonces Herodes se propuso averiguar bien exactamente dónde estaba el niño, para después mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo todo lo contrario, les dijo a los Magos: - "Vayan y se informan bien acerca de ese niño, y cuando lo encuentren vienen y me informan, para ir yo también a adorarlo". Los magos se fueron a Belén guiados por la estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.
MATANZA DE LOS INOCENTES
Y sucedió que en sueños recibieron un aviso de Dios de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo.
MATANZA DE LOS INOCENTES
Entonces rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén, y mandó a sus soldados a que mataran a todos los niñitos menores de dos años, en la ciudad y sus alrededores. Ya podemos imaginar la terribilísima angustia para los papás de los niños al ver que a sus casas llegaban los herodianos y ante sus ojos asesinaban a su hijo tan querido. 
MATANZA DE LOS INOCENTES
Con razón el emperador César Augusto decía con burla que ante Herodes era más peligroso ser Hijo (Huios) que cerdo (Hus), porque a los hijos los mataba sin compasión, en cambio a los cerdos no, porque entre los judíos esta prohibido comer carne de ese animal.
MATANZA DE LOS INOCENTES
San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: 
"Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen" (Jer. 31, 15).
MATANZA DE LOS INOCENTES
Como el hombre propone y Dios dispone, sucedió que un ángel vino la noche anterior y avisó a José para que saliera huyendo hacia Egipto, y así cuando llegaron los asesinos, ya no pudieron encontrar al niño que buscaban para matar.
MATANZA DE LOS INOCENTES
Y aquellos 30 niños inocentes, volaron al cielo a recibir el premio de las almas que no tienen mancha y a orar por sus afligidos padres y pedir para ellos bendiciones. Y que rueguen también por nosotros, pobres y manchados que no somos nada inocentes sino muy necesitados del perdón de Dios.

Huida a Egipto de José y María

¿FUE UN HECHO HISTÓRICO LA MATANZA DE LOS INOCENTES?.

https://www.youtube.com/watch?v=h5d9REXt-Yw

DIOS LLEVE AL CIELO A LOS NIÑOS ABORTADOS Y A LOS NACIDOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO.

La fiesta de los Santos Inocentes que hoy, 28 de diciembre, celebramos en toda la Santa Iglesia, venera a aquellos niños de Belén y alrededores que, sin tener la fe cristiana, ni haber recibido el Bautismo, «murieron por Cristo».
MATANZA DE LOS INOCENTES
Son bienaventurados en el cielo e interceden por nosotros. Es, pues, una buena ocasión que Dios nos da para meditar en las grandes verdades sobre el misterio de la vida humana, creada por Dios con la colaboración de los esposos.
La masacre de los inocentes (ca. 1310), por Giotto. Basílica inferior de san Francisco de Asís.
–Dios infunde el alma del ser humano concebido. Todo ser humano es «engendrado» por sus padres y por Dios.
Beato Pablo VI
Papa de la Iglesia católica
21 de junio de 1963-6 de agosto de 1978
Paolovi.jpg
29 de mayo de 1920
por Giacinto Gaggia
Consagración episcopal
12 de diciembre de 1954
por Eugène Tisserant
Proclamación cardenalicia
15 de diciembre de 1958
por el papa Juan XXIII
Secretario
Pasquale Macchi
Predecesor
San Juan XXIII
Sucesor
Juan Pablo I
Cardenales creados
Véase categoría
Información personal
Nombre secular
Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini
Nacimiento
Concesio,
Bandera de Italia Reino de Italia
26 de septiembre de 1897
Fallecimiento
Castel Gandolfo,
Flag of Italy.svg Italia
6 de agosto de 1978
(80 años).
Padres
Giorgio Montini
Giudetta Alghisi
Santidad
19 de octubre de 2014
por Francisco
Festividad
26 de septiembre

FirmaFirma de Beato Pablo VI
Coat of Arms of Pope Paul VI.svg
In nomine Domini
Pablo VI dice:
Es Dios el 
«Creador en cada hombre del alma espiritual e inmortal» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 1968,8).
Y Juan Pablo II enseña: 
«Ningún hombre viene a la existencia por azar; es siempre el término del amor creador de Dios […] De esta capacidad [procreadora] el hombre y la mujer no son dueños, puesto que están llamados a compartir en la decisión creadora de Dios» (17-IX-1983).
Por tanto la anticoncepción es intrínsecamente mala, porque resiste, poniendo obstáculos físicos o químicos, la posible acción de Dios, creador de la vida humana; y «el aborto es un crimen abominable» (GS 52) porque mata un ser humano, al que Dios ha infundido el alma. 
La masacre de los inocentes (ca. 1310), por Giotto. Basílica inferior de san Francisco de Asís.
En uno y otro caso el hombre y la mujer se rebelan contra Dios, constituyéndose en señores de la vida humana, impidiéndola o matándola. La vida humana es sagrada desde el primer momento de su concepción, porque Dios es su Señor, ya que Él es quien infunde la vida en el ser humano concebido.
Juan Pablo II, en la encíclica Evangelium vitæ (1995, 53): 
  • «Dios se proclama Señor absoluto de la vida del hombre, creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26-28). 
Por tanto, la vida humana tiene un carácter sagrado e inviolable, en el que se refleja la inviolabilidad misma del Creador. Precisamente por esto,
MATANZA DE LOS INOCENTES
Dios se hace juez severo de toda violación del mandamiento 
  • “no matarás” (Ex 20,13), que está en la base de la convivencia social. 
Dios es el defensor del inocente (cf. Gn 4,9-15; Is 41,14; Jr 50,34; Sal 19/18,15). También de este modo, Dios demuestra que 
  • “no se recrea en la destrucción de los vivientes” (Sb 1, 13). 
Sólo Satanás puede gozar con ella: 
  • por su envidia la muerte entró en el mundo (cf. Sb 2,24). 
Satanás, que es 
  • “homicida desde el principio”, 
y también 
  • “mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), 
engañando al hombre, lo conduce a los confines del pecado y de la muerte, presentados como logros o frutos de vida».
MATANZA DE LOS INOCENTES

¿Y CUÁL ES EL DESTINO ETERNO QUE DA DIOS A «SUS» NIÑOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO, Y CONCRETAMENTE A AQUELLOS QUE HAN SIDO ABORTADOS?.

Es ésta una cuestión de inmensa importancia. Se trata del destino eterno de los niños que, sin haber llegado al uso de razón y libertad, mueren sin bautismo, y de los que son abortados involuntaria o criminalmente. La Comisión Teológica Internacional (CTI), dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó un amplio estudio sobre La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo
El Card. William J. Levada, prefecto de la Congregación de la Fe, presentó el texto al Papa Benedicto XVI, quien autorizó su publicación (19-I-2007). Es un tema que hoy, señala el documento, pide más que nunca la respuesta de la fe y de la esperanza en Cristo.
MATANZA DE LOS INOCENTES
«En nuestros tiempos crece sensiblemente el número de niños que mueren sin haber sido bautizados. 
En parte porque 
  • los padres, influenciados por el relativismo cultural y por el pluralismo religioso, no son practicantes, 
en parte también 
  • como consecuencia de la fertilización in vitro 
  • y del aborto. 
MATANZA DE LOS INOCENTES
A causa de estos fenómenos el interrogante acerca del destino de estos niños se plantea con nueva urgencia. […] Los padres experimentan un gran dolor y sentimientos de culpa cuando no tienen la certeza moral de la salvación de sus hijos, y las personas encuentran cada vez más difícil aceptar que Dios sea justo y misericordioso si excluye a los niños, que no han pecado personalmente, de la salvación eterna, sean cristianos o no. Desde un punto de vista teológico, el desarrollo de una teología de la esperanza y de una eclesiología de la comunión, juntamente con el reconocimiento de la grandeza de la misericordia de Dios, cuestionan una interpretación excesivamente restrictiva de la salvación» (2).
MATANZA DE LOS INOCENTES

LOS PRECEDENTES INMEDIATOS DE ESTE DOCUMENTO SON EL VATICANO II Y EL CATECISMO DE LA IGLESIA.

EL CONCILIO VATICANO II (1965)

«Cristo murió por todos y la vocación última del hombre es realmente una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual» (GS 22; cf. LG 16 y AG 5). Ofrece a todos: no solamente a los integrados en la Iglesia por el bautismo.
EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1992) APLICA ESE PRINCIPIO A LA CUESTIÓN QUE TRATAMOS.

1261. 
«En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que “quiere que todos los hombres se salven” (cf. 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: “dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis” (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo».

La Comisión Teológica Internacional (2007) adelanta en síntesis su conclusión en el inicio del documento aludido.

«El principio según el cual Dios quiere la salvación de todos los seres humanos permite esperar que haya una vía de salvación para los niños muertos sin bautismo (cf. Catecismo n. 1261). 
Esta afirmación invita a la reflexión teológica a encontrar una conexión lógica y coherente entre diversos enunciados de la fe católica: 
  • la voluntad salvífica universal de Dios
  • la unicidad de la mediación de Cristo
  • la necesidad del bautismo para la salvación
  • la acción universal de la gracia en relación con los sacramentos
  • la ligazón entre pecado original y privación de la visión beatífica
  • la creación del ser humano “en Cristo”.
«La conclusión del estudio es que hay razones teológicas y litúrgicas para motivar la esperanza de que los niños muertos sin Bautismo puedan ser salvados e introducidos en la felicidad eterna, aunque no haya una enseñanza explícita de la Revelación sobre este problema. Ninguna de las consideraciones que el texto propone para motivar una nueva aproximación a la cuestión puede ser utilizada para negar la necesidad del bautismo ni para retrasar su administración. Más bien hay razones para esperar que Dios salvará a estos niños».

ESQUEMA DEL DOCUMENTO "LA ESPERANZA DE SALVACIÓN PARA LOS NIÑOS QUE MUEREN SIN BAUTISMO".

DESTACO EN ÉL ALGUNAS FRASES QUE ME PARECEN MÁS IMPORTANTES

Inicio, presentación del documento.

«La enseñanza tradicional recurría a la teoría del limbo, entendido como un estado en el que las almas de los niños que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visión beatífica, a causa del pecado original, pero no sufren ningún castigo, ya que no han cometido pecados personales. Esta teoría, elaborada por los teólogos a partir de la Edad Media, nunca ha entrado en las definiciones dogmáticas del Magisterio, aunque el mismo Magisterio la ha mencionado en su enseñanza hasta el concilio Vaticano II. Sigue siendo por tanto una hipótesis teológica posible».
MATANZA DE LOS INOCENTES

Introducción (1-7).

La Iglesia ora por la salvación eterna de los niños muertos sin bautizar. Y esto es muy significativo.
«Teniendo presente el principio lex orandi, lex credendi, la comunidad cristiana tiene en cuenta que no hay ninguna mención del limbo en la liturgia. Ésta comprende la fiesta de los Santos Inocentes, venerados como mártires, aunque no habían sido bautizados, porque fueron muertos “por Cristo”. Ha habido [después del Vaticano II] un importante desarrollo litúrgico con la introducción de los funerales por los niños muertos sin bautismo. No rezamos por los condenados. El Misal Romano de 1970 introdujo una misa funeral por los niños no bautizados cuyos padres deseaban presentarlos para el Bautismo. La Iglesia confía a la misericordia de Dios a los niños que mueren sin Bautismo» (5).

1. «HISTORIA QUÆSTIONIS»
HISTORIA Y HERMENÉUTICA DE LA ENSEÑANZA CATÓLICA (8-10) FUNDAMENTOS BÍBLICOS.

Es patente «la ausencia de una enseñanza explícita en el Nuevo Testamento sobre el destino de los niños no bautizados» (9). Pero sí se dan en él verdades fundamentales que permiten establecer tesis teológicas bien fundamentadas en la Revelación.

(11-14) Los Padres griegos

«Muy pocos Padres griegos han tratado del destino de los niños que mueren sin Bautismo (11). Gregorio de Nisa es el único que le dedica una obra, en la que dice que «la muerte prematura de los niños recién nacidos no es motivo para presuponer que sufrirán tormentos» en la otra vida (12).

(15-20) Los Padres latinos

En la Iglesia latina los Padres, siguiendo a San Agustín, que combate los errores de Pelagio, mantienen una convicción rigorista, pensando que «Dios condena a aquellos que tienen en su alma sólo el pecado original. Incluso los niños que no han pecado por su voluntad» (20).

MATANZA DE LOS INOCENTES

(21-25) La Escolástica medieval

«Puesto que los niños que no han alcanzado el uso de la razón [y a fortiorilos abortados] no han cometido pecados actuales, los teólogos llegaron a la opinión común según la cual estos niños no bautizados no experimentan ningún dolor, e incluso gozan de una plena felicidad natural por su unión con Dios en todos los bienes naturales (Tomás de Aquino, Duns Scoto)». (23) 
«La expresión “limbo de los niños” fue acuñada entre los siglos XII y XIII para designar “el lugar de reposo” de estos niños» (24).
(26) La era moderna post-tridentina.
El altar dispuesto para oficiar la misa según la forma extraodinaria, mirando a oriente, y con las sacras.
Contra los jansenistas, «Pío VI defendió el derecho de las escuelas católicas a enseñar que 
  • los que mueren sólo con el pecado original son castigados con la ausencia de la visión beatífica (“pena de daño”), 
pero 
  • no con sufrimientos sensibles (castigo del fuego, “pena de sentido”)» (Auctorem fidei, 1794).

(27-31) DEL VATICANO I AL VATICANO II. (32-41) PROBLEMAS DE NATURALEZA HERMENÉUTICA.

2. «INQUIRERE VIAS DOMINI» INVESTIGAR LOS CAMINOS DE DIOS.

  • (42-52) Principios teológicos. La voluntad salvífica universal de Dios realizada a través de la única mediación de Jesucristo en el Espíritu Santo. 
  • (53-56) La universalidad del pecado y la necesidad universal de salvación. 
  • (57-60) La necesidad de la Iglesia. 
  • (61-67) La necesidad del Bautismo sacramental. 
  • (68-69) Esperanza y oración por la salvación universal.

3. «SPES ORANS». RAZONES DE LA ESPERANZA

  • (70-79) El nuevo contexto. 
  • (80-87) La filantropía misericordiosa de Dios. 
  • (88-95) Solidaridad con Cristo. 
  • (96-99) La Iglesia y la comunión de los santos. 
  • (100-101) Lex orandi, lex credendi.
Antes del Vaticano II, en la Iglesia latina, no había un rito de exequias para los niños no bautizados, que eran sepultados en tierra no consagrada.
En rigor tampoco existía un rito fúnebre por los niños bautizados, aunque en este caso se celebraba una Misa de Ángeles, y naturalmente se les daba sepultura cristiana. Gracias a la reforma litúrgica postconciliar, el Misal Romano contiene ahora una Misa por los niños que mueren sin bautismo, y además se encuentran plegarias especiales para este caso en el Ordo exequiarum.
Día de los Santos Inocentes
Duccio di Buoninsegna 056.jpg
Se trata de una tradición que data de los primeros años de la e.c. fue en esa fecha cuando el Rey Herodes I el Grande dio la orden de acabar con todos los niños menores de 2 años nacidos en Belén, con el fin de asegurarse que el anunciado Mesías, futuro rey de Israel fuera asesinado.
Día de celebración28 de diciembre
Lugar de celebraciónDía Internacional
Aunque en ambos casos el tono de las plegarias sea particularmente cauto, de hecho hoy la Iglesia expresa en la liturgia la esperanza en la misericordia de Dios a cuyo cuidado amoroso es confiado el niño. Esta oración litúrgica refleja y a la vez da forma al sensus fidei de la Iglesia latina acerca del destino de los niños que mueren sin bautismo: lex orandi, lex credendi. 
Es significativo que en la Iglesia Católica griega haya solamente un rito fúnebre para los niños, bautizados o no, y la Iglesia ruega por todos los niños difuntos para que puedan ser acogidos en el seno de Abraham, donde no hay dolor ni angustia, sino sólo vida eterna» (100).
  • (102-103) Esperanza.
«Nuestra conclusión es que los muchos factores que hemos considerado ofrecen serias razones teológicas y litúrgicas para esperar que los niños que mueren sin bautismo serán salvados y podrán gozar de la visión beatífica. Subrayamos que se trata de motivos de esperanza en la oración, más que de conocimiento cierto. 
Hay muchas cosas que simplemente no nos han sido reveladas (cf. Jn 16,12). Vivimos en la fe y en la esperanza en el Dios de misericordia y de amor que nos ha sido revelado en Cristo, y el Espíritu nos mueve a orar en acción de gracias y alegría constantes (cf. 1 Tes 5,18)» (102).

Termino recordando lo que la Virgen María dijo a los niños de Fátima (13-VII-1917)

«Quando rezais o terço, dizei, depois de cada mistério: Ó meu Jesus, pordoai-nos, livrai-nos do fogo do inferno; levai as alminhas todas para o Céu, principalmente aquelas que mais precisarem». («Cuando receis el Rosario, direis después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo, principalmente las más necesitadas»). 
Los niños abortados y los que, sin llegar al uso de razón, mueren sin bautismo, son seres humanos que tienen alma. Seamos obedientes a la exhortación de la Virgen de Fátima, y oremos: 
Ó meu Jesus, levai as alminhas todas para o Céu. (Oh Jesús mío, lleva todas las almas al Cielo)

José María Iraburu, sacerdote

PRIMEROS MÁRTIRES DE CRISTO: SANTOS INOCENTES, UNIVERSAL (28 dic). (Resumen y otros relatos)


El 28 de diciembre se celebra la memoria de los pequeños niños de Belén asesinados por Herodes. Estas vidas inocentes son testigos de que Cristo fue perseguido desde el momento de su nacimiento por un mundo que no le iba a recibir.
MATANZA DE LOS INOCENTES

San Mateo afirma que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías:
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“Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen”
 (Jer. 31, 15).

En nuestro tiempo continúa la masacre de inocentes. Millones son masacrados por el aborto, millones más mueren abandonados al hambre.
MATANZA DE LOS INOCENTES

ORIGEN DEL RELATO

Los Reyes Magos vieron la Estrella de Belén y se fueron a Jerusalén, preguntando dónde podían encontrar al nuevo Rey de los Judíos.
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Herodes se enteró de su pregunta, llamó a los sumos sacerdotes para averiguar sobre este este Niño, y fue informado de que se profetizó que el niño nacería en Judá.
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Amenazado por esta profecía, mandó llamar a los Reyes Magos y les pidió que cuando encontraran al Niño le informaran para que él pudiera ir y rendirle culto también. 

Según señala el Evangelio de San Mateo, Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles en qué sitio exacto iba a nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas.

Ellos le contestaron:

“Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo:
“Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel” (Miq. 5, 1).

Entonces Herodes se enfureció con la “traición” de los Reyes Magos, que avisados por un ángel habían tomado otro camino de regreso.

Y mató a todos los bebés varones en Belén de dos años de edad y más jóvenes.

Herodes rodeó con su ejército la pequeña ciudad de Belén y realizó la matanza.

Pero como un ángel vino la noche anterior y avisó a José que saliera huyendo hacia Egipto, cuando llegaron los asesinos no pudieron encontrar al niño que buscaban para matar.

La Liturgia Griega afirma que Herodes hizo matar a catorce mil varones, los sirios mencionan a sesenta y cuatro mil; muchos autores medievales a ciento cuarenta y cuatro mil.

Los autores modernos reducen considerablemente el número, ya que Belén era una ciudad más bien pequeña.

Knabenbauer los rebaja hasta quince o veinte, Bisping a diez o doce, Kellner a seis.

Esta crueldad de Herodes no ha sido mencionada por el historiador judío Flavio Josefo, aunque relata no pocas atrocidades cometidas por el rey durante los últimos años de su reinado.

El número de estos niños era tan pequeño que este crimen aparece como insignificante entre los otros delitos cometidos por Herodes.

Macrobius narra que cuando Augusto se enteró de que entre los varones de hasta dos años, el propio hijo de Herodes había sido también masacrado, exclamó:

“Es mejor ser el cerdo de Herodes que su hijo” aludiendo a la ley judaica de no comer, y por consiguiente no matar cerdos.

MATANZA DE LOS INOCENTES

DEVOCIONES

Se cree que la iglesia San Pablo Extramuros posee los cuerpos de varios de los Santos Inocentes.
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Una parte de estas reliquias fueron transferidas por Sixto V a Santa Maria la Mayor (fiesta el 5 de mayo).
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La iglesia de santa Justina en Padua, las catedrales de Lisboa y Milán, y otras iglesias, también conservan cuerpos que aseguran ser de algunos de los Santos Inocentes.

En muchas iglesias de Inglaterra, Alemania y Francia en la fiesta de san Nicolás (6 de diciembre) se elegía a un niño-obispo, quien oficiaba en la fiesta de san Nicolás y de los Santos Inocentes.

Usaba mitra y otras insignias pontificales, cantaba la colecta, predicaba, y daba la bendición.

Se sentaba en la silla del obispo mientras la escolanía cantaba en los sitiales de los canónigos.

Él dirigía el coro en ambos días y tenían una procesión solemne.
MATANZA DE LOS INOCENTES

LA FIESTA DE LOS LOCOS


En Perú, México, España, Chile y Colombia y otros países de habla hispana, es tradicional hacer bromas de todo tipo.
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Por ejemplo, cada año los telediarios emiten noticias falsas.

Se cree que a partir de la Edad Media, se unió esta fiesta católica con otra pagana llamada “la fiesta de los locos”, que también se desarrollaba entre la Navidad y el Año Nuevo.

A lo largo de los años, la parte religiosa de la celebración se fue perdiendo hasta desaparecer del todo.

En otros países, hay tradiciones parecidas pero que no tienen nada que ver con la matanza bíblica.

Por ejemplo, en Estados Unidos y el Reino Unido se llama April’s Fool, y se celebra el primer día de abril. Es el “día de los tontos”.
MATANZA DE LOS INOCENTES

PROCLAMACIÓN DE LA CELEBRACIÓN

Desde épocas muy antiguas los cristianos, leyendo literalmente los Evangelios, buscaron celebrar la memoria de los niños muertos en Belén, ya que éstos aparecen en el Nuevo Testamento como los primeros mártires de Cristo.

Por eso ya en el siglo IV apareció esta fiesta en el norte de África, donde la Iglesia de la ciudad de Cartago la conmemoraba todos los años con honda tristeza.

La Iglesia latina instituyó la fiesta de los Santos Inocentes en fecha desconocida, no antes del final del siglo IV y no después del final del siglo V.
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Junto con las fiestas de san Esteban y san Juan, se las encuentra primero en el Sacramentario Leonino, fechado alrededor de 485.
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Resulta desconocida para el Calendario Filocaliano de 354.

Los latinos guardaban esta fiesta el 28 de diciembre, los griegos el 29 de diciembre, los sirios y caldeos el 27 de diciembre.

Estas fechas no tienen nada que ver con el orden cronológico del acontecimiento; la fiesta se celebra dentro de la octava de Navidad porque los Santos Inocentes dieron su vida por el Salvador recién nacido.

Esteban, el primer mártir (mártir por voluntad, por amor y dolor), Juan, el discípulo amado (mártir por voluntad y amor), y estas primeras flores de la Iglesia (mártires por sangre solamente) acompañan al Santo Niño Jesús cuando aparece en el mundo el día de Navidad.

Únicamente la Iglesia de Roma da el nombre de Inocentes a estos niños.
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En otros países latinos se les llama simplemente Infantes y la fiesta tenía el título de “Allisio infantium” (Brev. Goth.) “Natale infantum”, o “Necatio infantum”.
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Los armenios celebraban la fiesta el lunes después del segundo domingo de Pentecostés (Menología Armenia, 11 de mayo), porque creen que los Santos Inocentes fueron masacrados quince semanas después del nacimiento de Cristo.

En el siglo XVI, el papa San Pío V la elevó a la categoría de “fiesta” litúrgica, y poco a poco fue cambiando el carácter luctuoso que tenía por el más alegre que actualmente posee.

En el Breviario Romano la fiesta era solamente semidoble (en otros breviarios doble menor) hasta los tiempos de Pío V, quien, en su nuevo Breviario (1568), la elevó a doble de segunda clase con una octava (G. Schober, “Exp.. rit. Brev. Rom.”, 1891, p. 38).

También introdujo los dos himnos “Salvete flores martyrum” y “audit. Tyrannus anxius”, que son fragmentos del himno de la Epifanía de Prudencio. Antes de Pío V, la Iglesia de Roma cantaba los himnos de Navidad en la fiesta de los Santos Inocentes.

El prefacio propio del Sacramentario Gelasiano para esta fiesta se encuentra todavía en el Misal Ambrosiano.

Poseemos un himno largo en honor de los Santos Inocentes de la pluma de Beda el Venerable, “Hymnum canentes martyrum” (Dreves, “Analecta hymnica”) y una secuencia compuesta por Notker, “Laus tibi Christe”, pero la mayoría de las Iglesias en la Misa usaban el “Clesa pueri concrepant melodía” (Kehrein, “Sequenzen”, 1873, p. 348).

En Belén es día de guardar.

El color litúrgico de la Iglesia Romana es el violeta, no rojo, porque estos niños fueron martirizados en un tiempo en que no podían alcanzar la visión beatífica.

Pero, por compasión hacia las madres llorosas de Belén, la Iglesia en la Misa omite el Gloria y el Aleluya.

Esta costumbre, sin embargo, era desconocida para las Iglesias de Francia y Alemania.

En la octava, y también cuando la fiesta cae en domingo, la liturgia romana prescribe el color rojo, el Gloria y el Aleluya.

En Inglaterra la fiesta se llama “Childermas”.

Sarcófago de Blanca Garcés de Navarra, en el que se representa una escena de la matanza de los Inocentes.

LA DEGOLLACIÓN DE LOS SANTOS INOCENTES

-HUIDA A EGIPTO POR ORDEN DE DIOS, SU VIAJE POR GALILEA, PELIGROS Y TRADICIONES ACERCA DE ESTA MARCHA.

-EL DESIERTO, SU LLEGADA EGIPTO.

Dejemos a la Santa Familia por unos momentos en su viaje de huida en demanda de la tierra de Egipto para salvar la vida del inocente Jesús, perseguido ya en la cuna por la perfidia de Herodes, a quien habían puesto en recelo y en cobarde temor, como sucede al sanguinario y cruel, las palabras de los Magos. Ya el usurpador monarca temblaba creyéndose destronado por un inocente niño, y en sus noches de angustia y de temor, se creía; atado, perseguido y su infame cabeza junto al tajo sobre el que el vencedor había de separar su cabeza del cuerpo. Como cruel y sanguinario, no soñaba más que con la sangre, y era el precursor de aquellos monarcas romanos que quisieron ahogar en sangre la doctrina de Jesucristo, que les había de ahogar a ellos en inmensa florescencia producida por la fecunda semilla que con aquélla hicieron fructificar los mártires.

Herodes creía poder aniquilar a aquel incógnito destronador mandando matar a todos los niños de su reino; creyó, en una disposición general, ahogar al niño revolucionario que temía y veía aparecérsele en sus sueños de cobardía, y así, su mandato cruel y sanguinario hizo exclamar a Augusto, el romano emperador, al tener noticia de aquella bárbara matanza de inocentes niños: «Preferible es ser cerdo a ser el hijo de Herodes»; pues el bárbaro monarca, en su cobarde crueldad, ni aun exceptuaba a su hijo, temiendo que aquél pudiera ser su destronador. ¡A tan cobarde y cruel barbarie, llegó su temor y orgullo en tener que ceder a otro el trono que como criado de Roma ocupaba, siendo su esclavo coronado!

Los racionalistas han querido sacar partido del silencio de los Evangelistas, excepción de San Mateo, del que nada dicen de este hecho bárbaro, ni le nombran Josefo, ni Tácito, ni Suetonio, para defender a Herodes. Y es natural por su parte la defensa de aquel tirano; obrar de otra suerte no sería portarse como amigos; pero no citan en cambio, además de San Mateo, a un texto de Macrobio que no admite dudas y que dice así: «Sabedor Augusto de que había Herodes, rey de los judíos, ordenado la degollación en Siria de numerosos niños comprendidos en la edad de dos años abajo, sin excepción de su propio hijo, exclamó: «Preferible es ser cerdo a ser hijo de Herodes».

Este párrafo les parece a los modernos racionalistas una falsedad, pues que Antipater, hijo de Herodes, no tenía la edad que le atribuye Macrobio (sin duda estos críticos poseen la partida de fecha del registro civil del nacimiento del hijo del sanguinario monarca); pero a pesar de ello, a pesar de que los historiadores protestantes reconocen la verdad del hecho, a pesar del texto de Macrobio, queda el Evangelio de San Mateo, que tiene la fuerza de la verdad como inspiración divina, superior a cuanto los sabios críticos pueden interpretar y suponer en su magna ciencia.

Dejemos el hecho como de sagrada historia, de veracidad indudable e indiscutible, como hija del Evangelio; dejemos la fuente sagrada de la que debemos tomar la relación como obra del Evangelista, y acudamos a las fuentes humanas, a la historia del hombre, como producto de su inteligencia y relación de los hechos y apreciación, humana de los actos, y veremos cómo opinan, juzgan y califican al tirano y sanguinario Herodes, y si dados otros hechos de su vida pudiera aparecer dudoso aquel acto. Para los judíos siempre fue Herodes un tirano pecaminoso, y por consecuencia, los hechos que se le atribuyen por tradición humana, no ya religiosa solamente, concuerdan mucho con la impresión profunda de su triste renombre y su recuerdo en la conciencia y en la historia. La arbitrariedad y cruel conducta que observó con los judíos que protestaron del atropello d respeto al Templo cuando mandó poner el águila imperial sobre pórticos de aquél, señalan su cobarde y aduladora conducta al profanar el santuario de Dios y del pueblo judío. Como a la protesta siguió el arrancar el símbolo imperial, ante aquel insulto, Herodes cogió a cuarenta de los celosos y dignos judíos que no consintieron tal profanación, y los mandó quemar vivos en los jardines de su palacio de Jericó. ¿Se podrá dudar, después de este hecho histórico, de la degollación de los inocentes niños por quien de tal manera procedió?

Herodes era idumeo, y en la tierra de Judá nunca el idumeo fue bien visto ni olió a justo ni humano: eran repugnantes a los hijos de la tierra prometida, a los descendientes de David y de Salomón, y de aquí que viviera aquél más en Jericó, pues conocía las ningunas simpatías que conseguía de los judíos. El acto de feroz crueldad se ejecutó y los inocentes niños fueron sacrificados en aras del sanguinario Herodes, burlado en sus esperanzas de que los Magos le hubieran indicado a su regreso el punto y señales en donde se encontraba y quién era el recién nacido.

Ahora bien; véase lo que Lafuente dice al ocuparse de este hecho:
«En el carácter astuto y violento de Herodes el viejo (que en el momento de la degollación se hallaba en Jericó enfermo), no es probable que tardase un mes en mandar matar a los niños inocentes, y si tardaron los padres de Jesús veinte o veinticinco días en salir de Belén, después de la adoración de los Magos, tuvo tiempo más que suficiente, para convencerse de la vuelta de aquéllos sin contar con él, dar la orden para aquellos asesinatos y principiar a cumplirla así que salió Jesús de aquel pueblo. Y como los prodigios vistos por los pastores y la adoración de los Magos, acontecimiento ruidoso en un pueblo pequeño como Belén, había hecho fijar la atención sobre aquellos humildes nazarenos a quienes Dios distinguía de tal modo, y que ahora eran causa ocasional de la matanza de sus hijos, era muy fácil a los sablistas de Herodes seguirlos a Jerusalem y después buscarlos en Nazareth, por lo cual, respetando mucho el pensar de San Juan Crisóstomo y los que opinan que la Santa Familia marchó de Jerusalem a Nazareth y de aquí a Egipto, parece lo más probable que marchase a este punto desde Jerusalem sin demora. Y que urgía la fuga y no admitía dilación, lo explican las palabras mismas de San Mateo en medio de su gran sobriedad: «Levántase, coge al Niño y a la Madre de noche y se fue a Egipto». Todo esto indica prisa, premura, terror y ¿cabe esto con la calmosa vuelta a Nazareth?»

Creemos acertado el juicio de este católico escritor, tanto más, cuanto que conociendo la situación topográfica de ambas ciudades, la vuelta a Nazareth, después del aviso del Ángel, era un retraso para deshacer el camino hecho y encaminarse a Egipto.

Llegamos a uno de los puntos más hermosos de la historia de María y de la sacra Familia, no por los sufrimientos y padeceres que experimentó en su largo y penoso viaje a través de arenales, desiertos, y del peligro inminente de las fieras y seres venenosos, del hambre y sed que padecieron, sino porque todos estos tormentos han sido embellecidos por la leyenda poética, tierna y sentida como hija del amor, veneración y encanto con que la poesía ha rodeado, junto con la fe a la errante Familia y los sufrimientos de aquellos pobres y perseguidos nazarenos, como providencial manifestación de la protección divina que los sacaba incólumes de la perversidad de los hombres e inclemencia de los elementos.

Así es, que las tradiciones populares, inspiradas en estos sentimientos, han revestido la fuga con leyendas más o menos románticas como la del bandido que con su cuadrilla sale a robar a los pobres viajeros y en vez de hacerlo así, los ampara, acompaña y da alimentos. Otra es la de Dimas el buen ladrón, que les sale al camino y al caer en sus manos los acompaña hasta dejarlos en las fronteras de la Arabia: leyenda que aprovechó D. Juan E. Hartzembusch en su drama El mal Apóstol y el Buen ladrón.

Ya es la del baño del hijo del bandido que estaba enfermo con el agua en que la Virgen había lavado los pañales del niño Jesús y la curación maravillosa de aquél: ya también la de la Virgen devolviendo la vista a un ciego que en recompensa les da naranjas para aplacar la sed y la de los sembrados anticipando su sazón al paso de la Virgen y de Jesús.

Orsini, en su estilo pintoresco y casi novelesco en algunos Pasajes, después de citar uno de San Buenaventura, recapitula estas leyendas diciendo:

«La tradición calla sobre una gran parte de ese interesante y peligroso itinerario. Sin duda los santos viajeros hicieron marchas largas y penosas a través de las montañas aprovechando las primeras horas del día y aguardando también con frecuencia para partir a la salida de la luna. Mientras que atravesaron la Galilea, las grutas profundas que hay en ella, llenas de sinuosidades desconocidas, en que es muy fácil ocultarse a todas las miradas, les ofrecieron un lugar de reposo y abrigo; pero también estas cuevas, con sus huecos o cavernas, tenían sus peligros, porque bandas numerosas de ladrones, que largo tiempo tuvieron ocupadas todas las fuerzas del reino, y a quienes la enfermedad de Herodes animaba a comparecer de nuevo, las escogían o preferían para plazas de seguridad: el temor de penetrar sin saberlo en una de estas guaridas de asesinos, debió más de una vez hacer vacilar a José en la entrada protectora de esas retiradas cavernas».
¿Cuál fue el itinerario que la perseguida Familia llevó hasta unirse a alguna caravana de las que se formaban en las ciudades marítimas de los Filisteos para atravesar el desierto? Si se consultan los cálculos de los eruditos cronologistas que no admiten intervalos en este viaje, los santos Esposos debieron encontrar una caravana que estaba de partida en las costas de Siria. Esto es tanto más verosímil cuanto que estaba cerca del equinoccio de primavera (del 3 de febrero en que emprendieron la huida al 21 de marzo, faltaba mes y medio), y cada uno quería anticiparse a la estación en que el Simoun ejerce su imperio en el desierto y revuelve su mar de arenas tan pérfidas como las mismas olas.

No tenemos noticias ciertas y precisas de la marcha, ruta o itinerario que llevarían María y José, las condiciones de su viaje eran tan especiales como su huida, cual propiamente lo era de la persecución de Herodes, que evitarían cual es consiguiente la comunicación con los del país a fin de evitar una delación que los pusiera en manos de su enemigo.

Sabemos, sí, que estuvieron en Ramla y en Gaza, y es indudable, históricamente, que se unirían, como hemos dicho, a alguna de las caravanas para atravesar el desierto, que de otra suerte les era imposible franquear solos aislados y sin quien pudiera socorrerlos en caso de necesidad.

Partiendo de Gaza, cuyas torres medio arruinadas, resonaban sordamente al estrellarse contra sus piedras las rumorosas olas que producían una tristeza y melancolías profundas, sobre todo durante la noche, en que su rumor aumenta, los pobres padres de Jesús pasarían noches de angustias y de insomnio creyendo oír llegar a cada momento los soldados de Herodes. Partieron de aquella triste ciudad incorporados a la caravana, y ya ante su vista no hallaron sino la inmensa sábana del desierto, vasta soledad de arena y cielo, sin un árbol que prestara su benéfica sombra a aquel sol abrasador, rojizo en su luz y que envolvía en nubes de fuego aquellas llanuras desoladas, sin más accidentes que los movedizos montículos de arena que arrebataba el viento del desierto trasladándolos con su hálito abrasador y mortífero. Secos matorrales abrasados y requemados por aquella luz de fuego, sin una gota de agua, ni un manantial en que poder refrescar los abrasados labios y un horizonte sin límites que se unía con la cúpula de un cielo apagado en su azul, y en el que no se manifestaba la más tenue ni ligera nubecilla, he ahí el cuadro, el paisaje por el que durante algunos días hablan de viajar nuestros peregrinos nazarenos.

Después de algunas marchas, después de sufrimientos sin relato, la caravana solía encontrar algún pequeño manantial perdido en el vasto desierto de arena, y que apenas brotaba su salobre agua, era absorbida por la sedienta arena; entonces, qué gozo para la caravana, qué alegría para María, que podía llevar a sus secos labios agua, agua que refrescara sus abrasadas fauces, aquella agua que ya quedaba turbia después de haber sido removida por los ricos mercaderes, señores de la caravana, era recogida por José, que como pobres seguían comitiva, sin que los poderosos hiciesen caso de ellos, ¡qué rico presente en tal necesidad! ¡qué alegría para María que con ella podía refrescar el abrasado rostro de su querido Jesús!

Así se caminaba días y días en medio de aquel tormento inconcebible: cuanto más iban alejándose de la Siria más escasas eran las fuentes y más cruel y desolante el inmenso desierto. Ya durante la marcha preséntase el fenómeno del espejismo, de esa engañosa ilusión de la vista en medio de aquellos terribles arenales. Allá a lo lejos descubríase un lago azul y transparente, cercado de palmeras, aspecto de una ciudad encantadora, entonces, entonces el ánimo se reanimaba, la esperanza de un lago en que poder beber y bañarse, devolviendo agilidad al cuerpo enardecido, se presentaba animando a la caravana y haciendo apresurar el paso a los camellos y viajeros. Pero ¡ah! que aquella mentida dicha era solo ilusión de los sentidos, avanzábase, se creía llegar ya a las orillas de aquel lago y sentir el contacto bienhechor de sus aguas, y aquel encanto, aquella ilusión desaparecía cual muchas de las que en el mundo existen, y se borran, desaparecen y anulan, cuando creemos tocarlas, cogerlas con nuestras manos.

Ante aquella engañosa ilusión, María, reanimada con las palabras de José, levantaba la desfallecida cabeza, abría los secos y abrasados labios y contemplaba sonriente al Niño Dios cobijado del ardiente sol bajo el amparo de su pobre manto. Dirigía su hermosa mirada a aquel consolador espectáculo que en lontananza se presentaba, cuando de repente aquella fresca esperanza de agua y sombra desaparecía y sólo se hallaba la triste realidad de una atmósfera de fuego, de un sol deslumbrador y las angustias y sufrimientos de una sed imposible de apagar en aquellos momentos. Y así trascurrían los días en continua, penosa y fatigosa marcha a través de aquel océano de arena, no menos terrible en sus oleadas de arena que las salobres del mar embravecido.

Tras un penoso día de marcha, la llegada de la noche era un consuelo para los pobres viajeros: a la llegada de ésta la caravana se detenía y acampaba: descargábanse los camellos: atábanse éstos en torno de los viajeros que comían sus raciones de dátiles, leche de las camellas, y cobijados por sus tiendas de cuero descansaban esperando la salida de la luna para continuar la pesada marcha.

En otro lado los criados, los esclavos, los viajeros pobres que se unían a las caravanas para contar con su compañía y auxilio en el desierto, formaban otro campamento sin más techumbre que los resguardara de la humedad de la noche que sus mantos y capas. Allí, tendidos sobre esterillas de junco, descansaban de las fatigas del día gozando en parte con el fresco húmedo de la noche que devolvía algún consuelo a sus abrasados miembros. Entre aquellos pobres y míseros esclavos, desheredados de la fortuna y nacidos para la servidumbre, sin patria, hogar ni familia, descansaban y comían su pobre ración José, María y el Hijo de Dios, aquel Jesús rey de cielos y tierra, que venía al mundo para establecer la verdadera libertad del hombre y sentar la doctrina de la igualdad ante Dios, sellando con su sangre la redención del hombre, la liberación de la esclavitud del pecado.

Y Aquel poderoso Señor, quedaba relegado a descansar entre los esclavos, separado de los ricos y sufría con sus santos padres los sufrimientos de la miseria. El creador de los elementos, sufría sus inclemencias, y allí, en brazos de su pura Madre, acompañado del justo varón José su padre, contemplaría desde el regazo de María la estrellada bóveda de los espacios infinitos en que asienta su trono entre el fulgor de los millares de astros que le iluminan y son jeroglíficos que escriben con signos de radiante luz su grandeza incomparable, tan grande como su misericordia. En aquel inmenso arenal, camino penoso, sin horizontes, camino cual el de la vida, lleno de peligros y asechanzas, de ataques y de sufrimientos, descansaban puestos los ojos en las brillantes constelaciones que temblaban en su insensibilidad material ante los sufrimientos de su Creador, bajo la mirada de aquellas estrellas, luna y sol que habían de temblar y anublarse de espanto y consternación el día de la muerte de aquel Niño que hoy contemplaban hermoso y sonriente y como encantado con el espléndido cuadro de una noche serena y de un cielo azul intenso obscuro, profundo, tachonado de brillantes constelaciones, pasaban en grato reposo hasta que se daba la voz de marcha para emprender un nuevo avance en la soledad del desierto la santa Familia, el Hijo de Dios.

¡Quién había de decir a aquellos pobres esclavos que fatigados dormían llevando sobre sus hombros la pesada carga de la vida, sin libertad, goces, familia ni afecciones, verdaderas bestias humanas al lado de sus señores, que aquel Niño que junto a ellos dormía, que aquel hijo de tan pobres padres era su Salvador, el que había venido para romper sus cadenas y proclamar su hermandad para con demás hombres!

Y así pasaban la noche los pobres viajeros hasta que la voz del jefe disponía y mandaba emprender nuevamente la marcha; pero siempre la tranquilidad reinaba, en el campamento en medio de soledad del desierto, en donde el silencio es tan inmenso cual su extensión; en donde nada se oye, nada se escucha si no es el latir apresurado del corazón, temeroso de ignotos peligros. Noches había que cuando mayor era si cabe el silencio, un grito de alarma del vigilante que guardaba el campo hacía levantarse precipitadamente; ya era el rugido del león o del tigre que olían carnicera presa rondando el campamento para caer sobre él; entonces el espanto, la alarma, sucedían al silencio, al reposo, y todos se preparaban para la defensa.

Ya en otras noches, no era el peligro de las fieras carniceras, era el peligro de la fiera humana, era la cuadrilla de árabes errantes, ladrones del desierto, que rondaban el campamento para caer sobre él y saquearlo, apresar a los viajeros y venderlos como esclavos. Entonces el espanto era mayor, no era ya el animal feroz quien atacaba, era la fiera humana, cien veces más terrible y más cruel y sanguinaria que el león y el tigre. Entonces, entre ayes y voces de temor, el campamento se levantaba, las flechas cruzaban el espacio y la caravana emprendía la marcha sosteniendo una retirada ante el ataque de los ladrones.

¡Qué espanto, qué temores y sobresaltos para la inocente María y el pacífico José, en medio de aquellos peligros, y temerosos más por la vida de Jesús que por la suya! Por la vida de Aquél que habían anunciado y adorado los Ángeles, reyes y pastores, expuesto a traidora flecha. Renunciamos a pintar lo que por el corazón de María pasaría en aquellos momentos, pues no hay pluma que con verdad, fuego y calor pueda reproducir el espanto y el terror de una madre ante los peligros y sufrimientos de un hijo.

A estos temores sucedíanse noches de calma, tranquilas y sosegadas, en que el descanso no era interrumpido: la caravana gozaba entonces con el fresco de la noche, tanto cuanto el sol abrasador y el seco calor del día arrollaba los cuerpos con su caldeado soplo. La brisa nocturna corría entonces sobre aquel mar de arena sin ruido, silenciosa, sin un matorral ni un árbol en que producir armonías con sus hojas, brisas que corrían por aquel blanco suelo como correrían por la inmensidad de los espacios sin límites, sin murmullo y muy majestuosamente solemnes cual la inmensidad de su Creador.

Vislumbrábase claridad en la unión de cielo y arena, es la luna que va a aparecer en el horizonte y entonces la caravana levanta las tiendas y emprende la marcha al amparo de la luz del astro de la noche. ¡Y así un día y otro día, noche tras noche, siempre avanzando en aquel océano de arena, sin límites al parecer, y repitiéndose los peligros, temores y asechanzas de alimañas y de los hombres!

Y así atravesó la errante familia el desierto, sufriendo hambre, sed y el espantoso calor y el reflejo y reverberación de aquella inmensa soledad, los ataques de las fieras y los aún más temibles de los hombres, llegando a vislumbrar las riberas del Nilo y sus bosques de papirus, lo cual debió ser de una inmensa alegría la vista de agua y vegetación a los fatigados viajeros, tostados y abrasados por el ambiente desolador del desierto.

No queremos privar a nuestros lectores de la descripción que del viaje hace la venerable Ágreda, a quien tenemos que seguir en muchos puntos, no sólo por su doctrina, sino también por lo sentido de la composición y color que sabe imprimir a sus descripciones:

«Salieron de Jerusalem a su destierro nuestros peregrinos divinos, encubiertos con el silencio y obscuridad de la noche, pero llenos del cuidado que se debía a la prenda del cielo que consigo llevaban a tierra extraña y para ellos no conocida. Sabía la Reina del cielo el intento de Herodes para degollar los niños, aunque no le manifestó entonces.
La tradición llena de milagros y hechos asombrosos la llegada a Egipto de los pobres desterrados, hundimiento de templos y de ídolos, sacudidas de alegría en los montes, y multitud de leyendas fantásticas creadas por la imaginación popular, que llena muchas veces de aberraciones y absurdos los más sencillos y hermosos hechos en los asuntos de nuestra religión. Absurdos que nadie se ha tomado cuidado de corregir, ya que no sea posible el desterrarlos, encauzándolos en un sentido estéticamente poético.

»En la ciudad de Gaza descansaron dos días por haberse fatigado algo San José y el jumentillo en que iba la Reina. El día tercero, después que nuestros peregrinos llegaron a Gaza, partieron de aquella ciudad para Egipto. Y dejando luego los poblados de Palestina, se metieron en los desiertos arenosos que llaman de Betsabé, encaminándose por espacio de sesenta leguas y más de despoblados, para llegar a tomar asiento en la ciudad de Heliópolis, que ahora se llama el Cairo de Egipto. En este desierto peregrinaron algunos días; porque las jornadas eran cortas, así por la descomodidad del camino tan arenoso, como por el trabajo que padecieron con la de abrigo y de sustento.

»Era forzoso en aquel desierto pasar las noches al sereno y sin abrigo en todas las sesenta leguas de despoblado; y esto en tiempo de invierno, porque la jornada sucedió en el mes de febrero, comenzándola seis días después de la Purificación. La primera noche que se hallaron solos en aquellos campos, se arrimaron a la falda de un montecillo, que fue sólo el refugio que tuvieron. Y la Reina del cielo, con su Niño en los brazos, se asentó en la tierra y allí tomaron algún alimento y cenaron de lo que llevaban desde Gaza. La Emperatriz del cielo dio el pecho a su infante Jesús, y su Majestad, con semblante apacible, consoló a la Madre y su esposo: cuya diligencia, con su propia capa y unos palos, formó un tabernáculo o pabellón para que el Verbo Divino y María Santísima se defendiesen algo del sereno, abrigándoles con aquella tienda de campo tan estrecha y humilde.

»Prosiguieron al día siguiente su camino, y luego les faltó en el viaje la prevención de pan y algunas frutas que llevaban, con que la Señora de cielo y tierra y su santo esposo llegaron a padecer grande y extrema necesidad, y a sentir el hambre. Y aunque la padeció mayor San José, pero entrambos la sintieron con harta aflicción. Un día sucedió que, a las primeras jornadas, que pasaron hasta las nueve de la noche sin haber cenado cosa alguna de sustento, aun de aquel pobre y grosero mantenimiento que comían, después del trabajo y molestias del camino, cuando necesitaba más la naturaleza de ser refrigerada».

Augusto Nicolás, con su criterio tan superior, fustiga duramente estas tradiciones, que califica de invenciones pueriles. «El Evangelio desdeña tales invenciones para atenerse a lo verdadero, que es mucho más sublime».

Es verdad, el Evangelio calla, pero no desdeña; el mismo San Juan nos dice al concluir el suyo, que no cabrían en el mundo los libros en que se escribiese todo lo que hizo Jesucristo si hubiese de escribirse. Creemos lo del Evangelio como cierto e indudable, y dejamos correr las tradiciones populares sin afirmarlas ni negarlas, ni ponerlas al nivel de los textos indudables. Hay que tener en cuenta que la imaginación y sus obras poéticas tienen un fin alto, cual es la belleza, y como la belleza suprema es Dios, de aquí, que cuanto tienda a la verdadera representación de aquélla, es un tributo presentado a la omnipotencia de Dios. Con lo que desechan los críticos hacen los poetas hermosos castillos que encantan deleitando, dice Lafuente, y si llevan las almas a Dios, ¿por qué los hemos de demoler?

Los Evangelios apócrifos están llenos de estas leyendas y tradiciones acerca de María y de Jesús; Evangelios denominados así, por no constar su autenticidad, y la Iglesia desde antiguo no los admitió como libros sagrados, sino como elementos histórico-poéticos; de ellos proceden estas leyendas, puras en su tradición unas, adulteradas por el pueblo otras. Así vemos con respecto a la entrada de los desterrados en Egipto, la tradición de que hemos hecho mérito antes, el ídolo egipcio redúcese a polvo en cuanto vislumbra la Santa Familia que se acerca. El habitante de aquellas regiones, dispuesto a vivir y enterrarse con sus antiguas creencias, huye así que ve hundirse en el polvo sus tradicionales altares.

María y Jesús con el bondadoso José, no saben sino hacer bien; hay allí un muchacho endemoniado a quien atosigan y martirizan los espíritus malos, y su madre se procura un pañal de aquel niño extranjero, Jesús, y con solo ceñírselo a la cabeza a modo de turbante, los demonios huyen, y queda sano y libre de sus enemigos.

En vano los esbirros de Herodes quieren perseguir a la Santa Familia, y en caballos ligeros como el viento del desierto, en dromedarios de largo paso y sostenida marcha, persiguen a Jesús y María montados en el pesado borriquillo de lento paso y escasa resistencia, y son perseguidos por aquellos bien montados jinetes. Ya casi los ven, ya los van en su alcance, próximos los perseguidores a darles ya un rosal, ya un jazmín o tamarindo, abren sus ramas, envuelven entre ellas, librando a la Santa Familia de sus perseguidores.

Ya también, la hermosa, de la necesidad del hambre que acosa a los fugitivos sin recurso de comida cuando una palmera cargada del nutritivo y dulce fruto se presenta a su vista, ¿mas cómo llegar a la altura en que se cimbrean aquellos dorados racimos? El Niño Jesús tiende a ellos sus manos, y entonces la palmera doblega su erguido tronco, hasta con sus ramas formar una verde y fresca tienda en que descansen los fatigados y hambrientos viajeros, poniendo al alcance de sus manos los preciados tesoros de sus frutos.

Y si fuéramos a seguir el inmenso número de tradiciones que, en la región egipcia y especialmente entre los cristianos coptos y al abisinios se conservan, formaríamos un hermoso volumen de estos hechos del viaje de la desterrada Familia, de su estancia en la región. del Nilo y de la infancia y juventud de Jesús. Basta con lo indicado para que se comprenda cuán hermosa es la tradición cuando se cimenta en hechos tan hermosos, embellecidos por tan poéticas como tiernas creaciones. Allí son numerosísimas, y allí entre ellos, según testimonio de algunos autores, allí nació la devoción a San José, cuya fiesta celebran los coptos en el día 26 de julio. Pero, Variot, sabio doctor francés que tanto ha escrito sobre los Evangelios apócrifos, cree nacida en Occidente esta devoción, y su promotor a Jerson, alma del Concilio de Constanza.

Dejemos descansar unos momentos a la Familia Santa ya en tierra de Egipto libre de la persecución de Herodes, tranquila María de enemigos que pudieran atentar contra la vida de su precioso Hijo y dedicarse ya su Esposo a los trabajos necesarios para la sustentación de la Familia en los de su oficio de carpintería.
Fuente: Vida de la Virgen María por Joaquin Casañ

LA MATANZA DE LOS NIÑOS INOCENTES: VISIÓN DE ANA CATALINA EMMERICH.

Cuando Jesús tenía alrededor de un año y medio de edad, se le apareció un ángel a la Santísima Virgen, en Heliópolis y le hizo saber de la matanza de los niños por Herodes. José y Ella se afligieron mucho, y el Niño Jesús lloró durante todo el día.


He aquí lo que yo vi en aquella ocasión.

No habiendo vuelto a Jerusalén los tres Reyes, los temores de Herodes, que en aquel momento estaba resolviendo varios asuntos de familia, se calmaron un poco; pero recrudecieron nuevamente cuando, después del retorno de la Sagrada Familia a Nazaret, llegaron hasta él mil rumores relacionados con las predicciones hechas por Simeón y por Ana durante la presentación de Jesús en el Templo. Con diversos pretextos, mandó soldados a diferentes lugares de los alrededores de Jerusalén, a Gilgal, a Belén, y hasta a Hebrón, e hizo hacer un censo de los niños. Los soldados ocuparon aquellos sitios durante nueve meses. Herodes, mientras tanto, se hallaba en Roma, y sólo después de su vuelta, fueron degollados los niños.

Juan tenía en aquella época dos años, y había estado escondido en casa de sus padres desde algún tiempo antes de que Herodes hubiera dado a las madres la orden de presentar ante las autoridades a sus hijos de edad de dos años o menos. Santa Isabel, advertida por un ángel, huyó nuevamente al desierto con el pequeño San Juan. Jesús tenía en aquel momento cerca de un año y medio y ya podía correr.

Los niños fueron degollados en siete lugares diferentes. Se había prometido a las madres buenas recompensas a su fecundidad, y ellas llevaron sus hijitos a las casas donde estaban las autoridades, vestidos con sus más lindos trajes. Los hombres fueron despedidos, y las madres separadas de los niños, que fueron degollados por los soldados en patios cerrados, amontonados y enterrados en fosos.

Hoy al mediodía, vi a las madres con sus niños de dos años, y de menos, venir a Jerusalén, de Hebrón, de Belén, y de otro lugar donde Herodes había enviado a sus soldados y dado órdenes a sus funcionarios.

Se dirigían a la ciudad en diferentes grupos, y varias llevaban a dos niños, e iban montando asnos. Todas fueron conducidas a un gran edificio, y los hombres que las acompañaban fueron despedidos. Ellas entraron alegremente, pues creían que. iban a recibir gratificaciones por su fecundidad.

El edificio estaba un poco aislado y bastante cerca del que fué más tarde la casa de Pilatos. Se hallaba rodeado de muros, de manera que desde afuera no se podía saber fácilmente lo que sucedía en el interior. Aquello debía de ser como un tribunal, pues en el patio vi unos pilares y unos bloques de piedra con cadenas colgando; había allí también unos árboles, que se encorvaban y ligaban juntos, mientras se ataba en ellos a los hombres. Al soltarlos luego, se enderezaban rápidamente, deshaciendo a aquellos desgraciados.

Era un edificio macizo y sombrío. El patio era casi tan grande como el cementerio que hay a un lado de la iglesia principal de Dulmen. Una puerta que se abría entre dos muros, llevaba a ese patio, rodeado de construcciones por tres lados. Los edificios de la derecha y de la izquierda tenían un piso solamente; el del centro parecía una antigua sinagoga abandonada. Esas construcciones tenían puertas que daban sobre el patio.

Las madres fueron llevadas, a través del patio, a los dos edificios laterales, y allí se las encerró. Me hicieron el efecto de hallarse en una especie de hospital, o de posada. Cuando se vieron privadas de libertad, tuvieron miedo y empezaron a llorar y a lamentarse. Pasaron así toda la noche.

Hoy después de mediodía vi un cuadro horroroso. En la casa de justicia asistí a la matanza de los inocentes. El gran edificio posterior que cerraba el patio tenía dos pisos. El inferior estaba formado por una sala grande y desnuda, parecida a una prisión o a un gran cuerpo de guardia; encima, había una pieza cuyas ventanas daban sobre el patio. Vi allí a varios personajes reunidos como en un tribunal; delante de ellos tenían unos rollos colocados sobre una mesa. Creo que Herodes estaba presente, pues vi a un hombre con manto rojo, adornado de piel blanca ; esta piel tenía unas pequeñas colas negras. Lo vi, rodeado por los demás, mirando por la ventana de la sala.

Las madres, con sus niños, eran llamadas una a una, para ser conducidas de los edificios laterales a la sala inferior grande del cuerpo de edificio que estaba detrás. A la entrada, los soldados les quitaban sus niños y los llevaban al patio, donde una veintena de ellos los mataban, atravesándoles la garganta y el corazón con espadas y picas. Había allí niños fajados, a quienes sus madres aun amamantaban, y otros un poco mayores ya con vestiditos. No los desnudaban; los degollaban, y tomándolos de un bracito o por el pie, los arrojaban al montón. Era un espectáculo horrible.

Las madres fueron amontonadas en la sala grande; y cuando vieron lo que hacían con sus niños, lanzaron gritos desgarradores, arrancándose los cabellos y echándose unas en brazos de otras. Al final estaban tan apretadas, que apenas podían moverse. Creo que la matanza duró hasta la noche.

Los niños fueron echados más tarde, todos juntos, en una fosa abierta en el patio. Me fué mostrado el número, pero ya no me acuerdo bien. Creo que había setecientos, más una cifra en la que se hallaba un siete o diez y siete.

Ante esta visión quedé aterrorizada; no sabía donde tenía lugar esto; creía que era aquí. Sólo cuando desperté me repuse poco a poco. A la noche siguiente vi a las madres sujetadas con ligaduras y llevadas a sus casas por los soldados. El lugar de la matanza de los niños en Jerusalén fué en el antiguo patio de las ejecuciones, situado a poca distancia del tribunal de Pilatos ; pero en la época de éste sufrió varios cambios. En momentos de la muerte de Jesús vi abrirse la fosa donde habían sido echados los niños degollados; sus almas aparecieron, y salieron de allí.
Santos Inocentes
Giotto, Lower Church Assisi, The Massacre of the Innocents 01.jpg
La masacre de los inocentes (ca. 1310), por GiottoBasílica inferior de san Francisco de Asís.
Mártires

Nacimiento
ca. 6-4 a. C.
Belén

Fallecimiento
ca. 4 a. C.
Belén
Venerado en

Iglesia católica
Iglesia ortodoxa
Comunión anglicana
Festividad

28 de diciembre (rito romano y anglicano)
29 de diciembre (rito bizantino)
8 de enero (rito mozárabe)
Fuente:
http://www.ewtn.com/spanish/saints/Inocentes.htm
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1212271153-dios-lleve-al-cielo-a-los-nin
http://forosdelavirgen.org/454/dia-de-los-santos-inocentes-universal-28-de-diciembre/
http://forosdelavirgen.org/16789/la-degollacion-de-los-santos-inocentes/
http://www.religionenlibertad.com/la-matanza-de-los-santos-inocentes-no-fue-ninguna-broma-12950.htm
http://forosdelavirgen.org/3141/la-matanza-de-los-ninos-inocentes-visiones-de-ana-catalina-emmerich/

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